Estabilizar y proteger frente al PRRSv cepa Rosalía: la vacunación como herramienta clave

La convivencia con cepas hipervirulentas del virus PRRS, como la cepa Rosalía, está suponiendo un grave reto para las granjas. Su circulación causa importantes pérdidas por su impacto reproductivo, particularmente cuando se produce un brote inicial, lo que genera inseguridad y desconfianza en los protocolos sanitarios y de bioseguridad. En este contexto, la vacunación con cepas vivas atenuadas se presenta como una herramienta decisiva para mitigar el impacto inicial y restablecer la estabilidad inmunitaria de las explotaciones.

Vacunación de madres frente al PRRSv cepa Rosalia: base de la protección

El primer objetivo ante un brote es garantizar la supervivencia y viabilidad de los lechones, lo que depende directamente de una inmunidad sólida en las cerdas. La vacunación permite mantener la gestación, evitando abortos o partos prematuros, y confiere al lechón inmunidad celular y humoral. Igualmente, reduce la infección transplacentaria por PRRSv durante el último tercio de la gestación, disminuyendo tanto el número de mortinatos como la viremia neonatal. La toma de calostro es esencial para la correcta transferencia de anticuerpos maternales, que además preparan al lechón para desarrollar su propia inmunidad celular.

Precauciones en la vacunación de cerdas y reposición

La reposición con nulíparas negativas es importante para evitar la entrada de nuevas cepas, pero deben generar inmunidad antes de entrar en contacto con cerdas positivas. Por ello, se recomienda vacunar a las nulíparas antes de la primera inseminación y antes de su exposición a una cepa de campo, en la unidad de cuarentena. En cambio, no se debe vacunar en la segunda mitad de gestación, debido al riesgo de alteraciones reproductivas.

La monitorización sanitaria de las cerdas se facilita con el diagnóstico sobre fluidos de procesado y lenguas de nacidos muertos mediante PCR PRRS, realizando distintos grupos de muestras según el número de parto, especialmente con los lechones de primer y segundo parto. El diagnóstico con PCR PRRS DIVA permite determinar si la infección procede de una cepa de campo, de una cepa vacunal o de ambas.

La duración de la inmunidad puede alcanzar seis meses en reproductoras. El protocolo vacunal debe ajustarse según la situación sanitaria de la granja, la presión de infección y la opinión del veterinario.

Vacunación de lechones: cortar la diseminación del virus

Tras un brote por la cepa Rosalía surge la pregunta de si conviene vacunar a los lechones. La respuesta es afirmativa, ya que la excreción oronasal es la principal vía de diseminación del virus, y la vacunación tiene como objetivo reducir la cantidad de virus excretado de forma significativa a los pocos días del desafío con la cepa de campo.

La determinación del momento óptimo de vacunación busca minimizar el período de riesgo en el que la inmunidad maternal decae y la vacunal aún no se ha instaurado. En general, la inmunidad vacunal se establece después de tres semanas, siempre que los animales estén sanos. Por ello, no se recomienda vacunar animales enfermos.

En la práctica, muchas explotaciones optan por vacunar desde el primer día de vida, coincidiendo con el procesamiento, lo cual no es impedimento siempre que la vacuna pueda superar la interferencia de los anticuerpos maternales y replicarse eficazmente en los macrófagos alveolares. La detección de la cepa vacunal en lechones de pocas semanas es una prueba de que la inmunidad se está instaurando correctamente. Los animales pueden excretar la cepa vacunal durante más de 16 semanas si se vacunan por vía intramuscular, o durante más de 10 semanas si la vía empleada es la intranasal.

Determinar el momento del protocolo vacunal

Durante la fase de control del brote pueden coexistir la cepa de campo y la vacunal. El objetivo es que la vacunal se imponga, desplazando completamente al virus de campo.

El inicio del período vacunal viene marcado cuando nacen los primeros lechones no virémicos por la cepa de campo. En caso de que se hayan vacunado las madres es fundamental diferenciar la presencia de la cepa vacunal de la cepa de campo mediante diagnóstico, además de evaluar el aspecto y vitalidad de los lechones.

Al principio de un brote aparecen gran número de lechones virémicos. Al existir riesgo de recombinación entre cepas de campo y vacunal, está contraindicado vacunar lechones enfermos.

El final del protocolo vacunal dependerá de cuándo se logre eliminar la cepa de campo, algo que varía según la cepa, las medidas de bioseguridad y manejo, y la disciplina sanitaria de la explotación. En muchas granjas se recomienda mantener la vacunación frente al virus PRRSv cepa Rosalia incluso tras eliminar el virus de campo, para prevenir rebrotes. De nuevo, la PCR PRRS DIVA es esencial para diferenciar entre cepas y monitorizar los progresos en el control de la enfermedad.

Precauciones especiales y conclusiones

Para evitar recombinaciones entre cepas vacunales, no deben emplearse vacunas vivas atenuadas diferentes basadas en distintas cepas del mismo genotipo simultáneamente en la misma granja (por ejemplo, una cepa en cerdas y otra distinta en lechones). Si se cambia de vacuna, debe respetarse un periodo de transición superior al tiempo de excreción de la vacuna anterior.

Además, las vacunas reconstituidas deben conservarse entre 2 °C y 8 °C, nunca congelarse ni exponerse a la luz, ya que una mala conservación puede inactivar el virus y reducir su eficacia.

En conclusión, el control del PRRS exige una estrategia integral basada en bioseguridad, diagnóstico y vacunación. La vacuna frente al PRRSv cepa Rosalía no solo reduce el impacto inicial del brote, sino que contribuye decisivamente a la recuperación de la estabilidad sanitaria en madres y lechones, garantizando la viabilidad productiva y económica de las granjas.